Cuentos, 3 by Hermann Hesse

Cuentos, 3 by Hermann Hesse

autor:Hermann Hesse [Hesse, Hermann]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Didáctico, Filosófico
editor: ePubLibre
publicado: 1973-04-23T05:00:00+00:00


En la glorieta de Pressel

(Un relato de la antigua Tubinga)

Era en los años veinte del siglo pasado, y aunque el curso del mundo era entonces otro que hoy, el sol salía y el viento corría sobre el verde y apacible valle del Neckar de modo no diferente que hoy y ayer. Había amanecido un hermoso y alegre día de principios de verano sobre los Alpes y lucía magnífico sobre la ciudad de Tubinga, sobre castillos y viñas, sobre el Neckar y el Ammer, sobre seminarios e iglesias; el cielo se reflejaba en el río límpido y bruñido y formaba juguetonas y delicadas sombras de nubes sobre el pavimento soleado de la plaza mayor.

En el seminario de teología la alegre juventud acababa de levantarse de la comida. Charlando, riendo, discutiendo en grupos, deambulaban los estudiantes por los viejos corredores donde resonaban sus voces y por el patio empedrado que una línea zigzagueante de sombra dividía en sentido transversal. Parejas de amigos se juntaron en las ventanas y en las puertas abiertas de las habitaciones; el hermoso y cálido día dominical se reflejaba en los rostros juveniles, alegres, serios, serenos o soñadores, y en alas de una juventud transida de inspiración y de presentimientos resplandecían allí algunas frentes aún casi infantiles, cuyos sueños siguen actualmente vivos y cuyos nombres son venerados por fervientes y entusiastas jóvenes de hoy.

En una ventana del corredor se asomaba al río Neckar el joven estudiante Eduard Mörike y miraba complacido la verde vega a la luz del mediodía; una pareja de golondrinas recorría jubiloso el aire soleado, describiendo círculos caprichosos y juguetones, y el joven sonreía distraído con sus labios obstinadamente bellos y fruncidos.

A este joven de unos veinte años, a quien sus amigos querían por su humor perpetuamente alegre, le ocurría no raras veces que en ciertos momentos felices se le transformaba todo el entorno en una figura encantada en la que quedaba suspenso, con ojos asombrados, y sentía la misteriosa belleza del mundo como una admonición y casi como un dolor sutil e íntimo. Así como una solución salina a punto o unas aguas invernales en reposo sólo requieren un leve toque para cristalizar súbitamente y congelarse, así también con aquel vuelo de golondrinas el Neckar, la verde hilera de las frondas silenciosas y allá lejos el brumoso paisaje de la montaña se le cristalizaron de pronto al joven poeta en una imagen gloriosa y pura, que con la voz sublime, solemne y dulce de una realidad superior, poética, hablaba a sus delicados sentidos. La luz gozosa jugaba ahora más hermosa y entrañable en las frondosas copas de los árboles, la cadena de montañas serpenteaba más incitante y significativa en la velada lejanía, más sutilmente risueños se mostraban el césped y el follaje de la ribera, y más oscuro y fuerte hablaba, como en sueños de dioses ancestrales, la corriente del río, como si el arbolado y la cordillera, el rumor del río y el rumbo de las nubes pugnaran por salvarse y perpetuarse en el alma del poeta.



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